sábado, 13 de agosto de 2016

LECCIONES OLÍMPICAS

                                      La perfección exige disciplina y tolerancia a la frustración



Llegan las medallas para España (de momento, menos de las previstas) gracias a Mireia Belomonte (2) Maialen Chorrout, Lydia Valentín y la pareja Rafa Nadal/Marc López que han sido capaces de responder a su condición de favoritos sin permitir que la “obligación” les pudiera.  La presión estaba ahí, pero controlando su motivación y sus emociones han podido evitar sus devastadores efectos. Otros no lo han logrado, y su rendimiento ha sido peor de lo esperado. Ayer, en la primera jornada del atletismo, tuvimos varios ejemplos, destacando el de Miguel Ángel López, campeón del mundo en los 20 kilómetros marcha y máximo aspirante al oro, que finalizó undécimo y en ningún momento de la carrera estuvo cerca de las medallas. “No sé qué ha pasado… iba muy forzado…hoy no era yo…”. Antes de la carrera había dicho que la condición de favorito más que presionarle le motivaba. Quizá no pudo controlar esa “motivación” y la sobreactivación lo agarrotó. Otro gran campeón devorado por la grandeza de los Juegos; y van…

Los Juegos encumbran a quienes son capaces de rendir en un entorno especialmente motivante y estresante, sobre todo si son favoritos, como es el caso de los españoles mencionados, los nadadores Phelps y Ledecky y los gimnastas Uchimura y Biles, entre otros. El japonés Kohei Uchimura y la estadounidense Simone Biles han dominado las competiciones mundiales de gimnasia artística en los últimos años, y aquí, consiguiendo el oro en el concurso general, han respondido satisfactoriamente a las altísimas expectativas que había. Gracias a ellos y sus admirables adversarios, también a muy alto nivel, hemos podido disfrutar de la belleza incomparable de la gimnasia y recordar algunas lecciones que proporciona este espectacular deporte.

Una de ellas es la búsqueda de la excelencia. El que se conforma, no avanza. No basta con hacerlo simplemente bien; cada uno a su nivel, hay que superarse siempre. Si crees que porque eres el campeón del mundo ya no tienes que mejorar más, estás “muerto”.  ¡Y qué decir de los que están detrás! Otras son la disciplina y la constancia en el esfuerzo. Es evidente que solo siendo muy disciplinados y muy constantes se puede conseguir esa perfección. Horas y más horas, meses y meses, años de trabajo duro superando la pereza y otras adversidades, hasta dominar cada movimiento en los distintos aparatos y ser capaces de hilvanar ejercicios tan precisos y con tanto riesgo. Proyectos a largo plazo que exigen una elevada motivación e inversión personal durante el trayecto. No valen las medias tintas ni las excusas. O se implica uno de verdad o no hay manera.  

La tercera, la que más admiro, es la tolerancia a la frustración. El gimnasta desarrolla la habilidad de aceptar los errores, no dejarse avasallar por ellos y levantarse rápido. Primero en los entrenamientos, hasta conseguir objetivos de tan alta dificultad. Después, en las competiciones. Tras haber preparado un gran ejercicio, un pequeño error les hace caer de la viga de equilibrio o la barra fija, y aun sabiendo que eso suele suponer no alcanzar el resultado deseado, se reincorporan con celeridad, sin un mal gesto, y continúan el ejercicio como si nada. ¡Verdaderamente fascinante! Parece evidente que la procesión irá por dentro, pero en general no permiten que eso les afecte; se vuelven a subir al aparato y no tiran la toalla. ¡Qué capacidad de autocontrol emocional! Para quitarse el sombrero.

Después, cuando la competición termina, los adversarios se abrazan. Son capaces de ponerse en el lugar del otro y manifestarse recíprocamente admiración y respeto. Imágenes bellas que muestran la compatibilidad de la competitividad y las buenas maneras, del darlo todo para ganar con la deportividad. Por suerte, en los Juegos lo vemos en muchos deportes. Sin ir más lejos, hay que aplaudir el comportamiento ejemplar del boxeador español Samuel Carmona. Salió al ring con una sonrisa, transmitiendo energía positiva a cuantos le observaban, y saludó a su adversario como si fuera un compañero. Después, exhibió la agresividad que su deporte exige, dio y encajó golpes, luchó hasta el límite para ganar. Finalmente, tras un excelente combate de ambos, fue derrotado, y su primera acción, recuperando esa sonrisa con la que había entrado, fue levantar en brazos a su rival para homenajearlo.

Sé que a muchos no les gusta el boxeo, pero como otros deportes de combate, al menos a nivel olímpico, suele ofrecer grandes ejemplos de nobleza y deportividad. La cara contraria pudimos verla en el partido de waterpolo femenino entre España y Hungría, con jugadoras de los dos equipos sacándole el puño con agresividad a la portera contraria cuando le marcaban gol, gesto soez y de lo más antideportivo que al menos en una ocasión, hecho por las españolas, fue aplaudido por los comentaristas de televisión (!!!).

Muchos deportistas no olímpicos, sobre todo los mas jóvenes, y asimismo sus entrenadores que en muchos casos también son jóvenes, se fijan en los comportamientos de los que están arriba, y por eso los Juegos Olímpicos y otras grandes citas deben servir para transmitir buenos ejemplos de búsqueda de la excelencia, disciplina, constancia, tolerancia a la frustración, autocontrol emocional y deportividad que no son incompatibles con el alto rendimiento para ganar. Ejemplos que pueden servir a cualquier persona, deportista o no, que en cualquier ámbito de su vida pretenda avanzar.
 

Chema Buceta
13-8-20

Twitter: @chemabuceta

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