sábado, 26 de marzo de 2016

EN EL MOMENTO MÁS FAVORABLE, RINDO PEOR

                                             ¿Bajo rendimiento ante la obligación de ganar?


Mi admirado amigo y periodista Carlos Toro, reconocido experto del deporte en general y el Atletismo en particular, escribió el pasado domingo, en su columna de El Mundo, sobre Asafa Powell, el atleta jamaicano que en los 100 metros lisos ha bajado 94 veces de los 10 segundos (más que ningún otro) y ha batido tres veces el récord del mundo, pero que, sin embargo, salvo en los relevos, jamás ha ganado una medalla de oro en un gran evento aún siendo el favorito. La última muestra ha acontecido en los recientes campeonatos del mundo en pista cubierta celebrados en Portland, donde tras sus habituales buenas actuaciones en las series previas, volvió a fracasar en la final.  Carlos sugiere la etiqueta “síndrome de Powell” para referirse a “comportamientos asustadizos, reacciones menguantes... respecto a momentos de responsabilidad personal en ámbitos favorables”.

Lo que tan acertadamente plantea este eminente periodista es un ejemplo más de cómo la presión psicológica puede afectar al rendimiento de manera negativa, bien sea en el deporte u otros entornos en los que las circunstancias favorables y la expectativa propia y de los demás “obligan” a tener éxito. Le ocurre a bastantes deportistas, y también a muchas personas que se enfrentan a desafíos en los que ese estrés les supera y comprometen su autoestima. A la trascendencia de la situación (una final de ámbito mundial), ya de por sí muy estresante, se une el temor a fracasar con el viento aparentemente a favor, lo que resulta más amenazante que un posible fracaso en condiciones adversas. El problema se acentúa si además existen experiencias previas de fracaso en retos similares y predomina la urgencia de lograr lo que se resistió antaño. Si encima se trata de personas que carecen de habilidades para controlar el estrés, es lógico que el rendimiento se deteriore; casi siempre, no mucho; pero sí lo suficiente como para no alcanzar el buen resultado que parecía claro.  En el deporte, y en otros escenarios, la diferencia entre el éxito y el fracaso puede ser muy pequeña (en los 100 metros lisos son décimas, incluso centésimas), por lo que puede bastar un rendimiento mínimamente más bajo para que el resultado que se persigue no se consiga.
    
En las carreras de velocidad, al no existir interacción entre los contendientes, lo importante es que el atleta se centre en su propio desempeño. Es cierto que en algunos casos (sobre todo en las series clasificatorias) los mejores pueden dosificar su esfuerzo en función de la referencia de sus rivales, pero en los momentos clave es el rendimiento personal lo que trasciende. Si haces bien tu carrera, la probabilidad de batir a los adversarios será mayor que si corres por debajo de tus posibilidades. Por tanto, el verdadero fracaso de Powell no está en no ganar, sino en rendir peor de lo que podría cuando se enfrenta a los desafíos más amenazantes. Ocurre lo mismo a muchos otros, deportistas o no, más preocupados por ganar que por hacer bien el trabajo, sin darse cuenta de que esto último es el único camino para alcanzar la victoria. Evidentemente, si tu desempeño es el mejor posible (por ejemplo, haces tu mejor marca personal) y aún así no ganas, será porque hay otro que lo ha hecho mejor, y ahí, si Usain Bolt corre más rápido que tú en tu mejor carrera, no puedes hacer nada. En otros deportes (baloncesto, fútbol, tenis…), existe la interacción entre el rendimiento de ambos oponentes, y por tanto, conviene analizar hasta qué punto se puede neutralizar el buen desempeño del rival, pero incluso así, la clave está en centrarse en lo que depende de uno. Más aún, claro está, si como en el caso de Powell, tal interacción no existe.

Más que otros, los protagonistas que afrontan situaciones favorables con la obligación impuesta o autoimpuesta del éxito, y que además tienen un pasado de fracaso en ese tipo de escenario, deben plantearse el objetivo del propio rendimiento con independencia del resultado frente a los demás, ya que aunque este sea el verdadero propósito que justifica el esfuerzo en el alto rendimiento, será esa la única manera de poder lograrlo. También es conveniente que desarrollen habilidades eficaces para controlar el estrés elevado que inevitablemente se producirá. Muchos deportistas que fracasan en los grandes eventos pasan la página muy rápido asumiendo que en el futuro todo irá mejor, pero no hacen nada para que eso suceda. Algunas veces, las cosas pueden cambiar sin hacer nada, pero es más probable que cambien cuando se hace algo en la direccion correctaque cambien cuando se hace algo en la direccinte an porque sl resultado frente a los demtu propia marca) y abatir a lón correcta.  Además, el hecho de dominar técnicas eficaces para controlar el estrés contribuye a incrementar la autoconfianza, y eso hace más probable que el interesado rinda según sus verdaderas posibilidades. ¿Qué hace Powell antes de una carrera como la final de Portland para mitigar la presión de tener que ganar? (en este caso, frente a un rival de 20 años, lo que habrá incrementado esa obligación). ¿Hace algo eficaz para controlar la ansiedad y potenciar la autoconfianza frente a las dudas y el temor a fracasar? ¿Y los demás “Powells”, sean deportistas o no? ¿Hacen algo?

La Psicología no solo permite explicar fenómenos de bajo rendimiento como el de este atleta, sino que además aporta las soluciones. Otra cosa es que los interesados no las conozcan o no quieran ponerlas en práctica. Por suerte, son muchos los ejemplos de deportistas y no deportistas que en lugar de lamentarse buscan los remedios adecuados, y como es obvio, dentro de sus posibilidades reales, les suele ir mucho mejor que a quienes esperan que la lotería les toque.

Chema Buceta
25-3-2016

@chemabuceta

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