martes, 26 de enero de 2016

ENTRENO MÁS DURO Y JUEGO PEOR

                                                    El "síndrome del delantero centro"


Jackson Martínez, delantero centro internacional colombiano, fue fichado por el Atlético de Madrid con la expectativa de que marcaría muchos goles, pues ese era el bagaje que le precedía. Sin embargo, a día de hoy lleva solo tres dianas, y eso ha encendido las alarmas. La prensa lo destaca: “la pantera no ruge”, la televisión lo señala: “ocho partidos sin marcar; a ver si hoy…”, y la afición se impacienta y duda que sea el fichaje adecuado, aunque es cierto que en el último partido, con la lealtad generosa que caracteriza a los seguidores atléticos, recibió aplausos de apoyo que seguramente agradecería. Jugó 10 minutos y apenas tocó el balón. Así es difícil marcar, obvio. En otros partidos juega más tiempo, incluso sale como titular, y tiene más oportunidades (tampoco muchas, la verdad), pero tampoco marca. Según dicen, físicamente está que se sale, y su entrenador y sus compañeros le apoyan a muerte. Él mismo ha declarado: “entreno más duro que nunca y (no obstante) juego peor que nunca”. Conclusión: no es un paquete, entrena duro, físicamente está como una moto, dispone de minutos de juego (aunque no siempre muchos) y tiene el cariño de quienes le rodean… Pero el gol no llega (???).

Al igual que otros deportistas y entrenadores, Jackson Martínez y quizá su entorno parecen asumir que la solución al bajo rendimiento en los partidos es entrenar más duro, por lo que no sorprende que les cueste comprender que aplicando esta poderosa medicina el resultado no llegue. Le ocurre también a Rafa Nadal y a otros muchos. El error está en que la medicina, siendo muy buena, no es la que corresponde al problema. Pero insisten… “me va mal; tengo que entrenar más duro”; “si no metes goles, entrena más duro”.

El caso es típico de los delanteros: el “síndrome del delantero centro”. Se asume que su principal contribución es el gol, y aunque hagan otras muchas cosas bien (por ejemplo: Jackson ha dado pases de gol muy buenos), si el gol no llega la ansiedad aumenta. Entonces, el jugador (en muchos casos estimulado por quienes le rodean, la prensa y la afición) se autoimpone el objetivo prioritario de marcar y sale al campo cada vez más obsesionado con eso, lo que paradójicamente empeora su rendimiento, ya que la ansiedad le paraliza o le hace impulsivo, provoca que tome decisiones erróneas y aumenta su tensión muscular en el momento de definir, provocando errores que sin estar tan tenso no cometería. El goleador depende de estar en el lugar adecuado, decidir correctamente y definir con precisión, y la ansiedad elevada perjudica estas tres facetas.

Por tanto, cuando la ansiedad es muy elevada y se apodera del jugador, la probabilidad de marcar es menor; y el futbolista entra en un círculo negativo: como no marca, sale frustrado y se debilita su autoconfianza; y en el siguiente partido su obsesión por el gol aumenta: siente la presión de tener que marcar y sale al campo poseído por esa idea; más aún si los que le rodean, con su mejor intención, no hacen más que decirle: “hoy seguro que marcas, ya verás, etc.”. Esa obsesión, junto a la falta de confianza que se va cociendo, favorece que la ansiedad aumente todavía más, y cada partido sin marcar, peor aún. El jugador intenta resolverlo entrenando más duro, pero la medicina no funciona.

Marcar un gol no es una acción, sino la consecuencia de una o varias acciones del futbolista, sus compañeros y los adversarios. Por tanto, el jugador no puede controlar directamente el hecho de marcar, sino que debe centrarse en realizar las acciones apropiadas para poder lograrlo (situarse bien, desmarcarse, controlar el balón, chutar bien…). Mediante esas acciones, el gol será más probable; pero aún así, todavía dependerá, en cierta medida, del acierto de sus compañeros y el desacierto de los contrarios. Es decir, el delantero que quiere marcar goles no debe obsesionarse con marcar, sino centrarse en lo que depende de él: las acciones propias que hacen más probable el gol, sabiendo, no obstante, que no todo depende de él, y que, por tanto, aún haciendo la cosas bien, el gol puede no llegar; aunque así, tarde o temprano llegará. Además, para aliviar la presión es conveniente que el jugador salga al campo con otros objetivos diferentes a marcar (presionar, pasar…). Es importante entender que desviar la atención del gol favorece que este llegue más que obsesionarse con él.

En el caso de Jackson Martínez, como en el de tantos otros delanteros que han sufrido o sufren este “síndrome”, se suele confiar en que pasará la mala racha… y en fin, es cierto que no hay mal que cien años dure, pero… También se apela al cariño y el apoyo de la familia y los compañeros. Algo similar se dice respecto al problema emocional que al parecer afecta a Nadal: “tiene el apoyo de su entorno cercano…”, asumiéndose que con eso, el paso del tiempo y un poco de suerte, bastará. Y por supuesto no puede faltar la confianza de los entrenadores, sin duda algo esencial, pero en bastantes casos también insuficiente, sobre todo si la estrategia consiste en asegurar que  “hoy llega el gol”; “ya verás como mañana ganamos con un gol tuyo”; etc. (no digo que se haga así con Martínez, pero a menudo sucede). Este tipo de predicciones, en lugar de ayudar, potencian una expectativa que contribuye a la obsesión por marcar y, si el gol no llega, favorecen la frustración, la pérdida de confianza y hasta la culpabilidad (“por lo que me dice el Míster, debería marcar; pero no soy capaz de hacerlo; la culpa es mía”).

La confianza del entrenador puede ser eficaz si tiene paciencia, le da tiempo al jugador a la vez que le orienta sobre lo que debe hacer (las acciones, no las consecuencias) y le demuestra que, aunque no marque, sigue contando con él y no solo para meter goles, por lo que es importante que le señale otros objetivos. Ahora bien, como es lógico, en el deporte profesional esa confianza no puede ser ilimitada, y si un jugador no rinde llega un momento en que el entrenador tiene que poner a otro que pueda hacerlo mejor (el futbolista lo sabe, y eso puede aumentar su ansiedad por el gol todavía más).

No deja de ser curioso por muchos ejemplos que lo confirmen, que se gasten 35 millones de euros en un jugador y que cuando este no funciona se confíe en remedios de medio pelo, medidas insuficientes o, simplemente, en que pasará la mala racha: “en cuanto marque un par de goles, se soluciona el problema” (¿Hasta cuando hay que esperar que lleguen los ansiados goles?). Es lamentable, producto de la ignorancia y quizá del miedo a lo desconocido o de una mala experiencia anterior, que (por mucho menos dinero) no se cuente con el especialista del problema en cuestión: el psicólogo del deporte. Este puede trabajar con el jugador y orientar al entrenador para elaborar una estrategia conjunta que reduzca la ansiedad y favorezca que el futbolista juegue sin la presión de tener, sí o sí, que marcar un gol.  Y así, será mucho más probable la deseada diana. ¿Vale la pena esa pequeña inversión para rentabilizar un fichaje tan caro? No se trata de entrenar más duro, sino de hacerlo mejor; y en este y casos similares, lo apropiado no es insistir en el trabajo físico, técnico o táctico, ni en el buen rollo, pues estos ya funcionan bien o su peso es menor, sino de entrenamiento mental y asesoramiento psicológico al entrenador para que la ansiedad del delantero sea menor y pueda rendir como él sabe.    

Chema Buceta
26-1-2016

@chemabuceta

2 comentarios:

  1. Y lo que suele pasar es que un dia, por casualidad, marcas un gol y a partir de ahí se abre una racha de mas goles....

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    1. Lo que suele pasar es que un día, por casualidad, marcas un gol y a partir de ahí empiezas a aumentar tu confianza, reduces tu ansiedad, tu entorno te aplaude el gol, tú te crees que ya puedes... y se abre una racha de más goles...

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