jueves, 24 de diciembre de 2015

CUENTO DE NAVIDAD

                                      Para que un equipo funcione no basta con lo superficial

Llegó octubre, y con él la cuenta atrás: tres meses escasos para ese día tan especial que merecía el esfuerzo de todo el año. Momento que aprovechaba para reunir a su gente y comprobar cómo marchaba el trabajo, todavía a tiempo de organizar los últimos detalles y enderezar lo que hiciera falta. En los últimos cien años, la actividad había aumentado formidablemente, y aquella logística sencilla en el garaje de sus trineos, que antaño le había bastado, se había transformado en una gran multinacional con filiales y socios en numerosos países de los cinco continentes. Aunque le había costado, había aprendido a delegar, a no controlarlo todo, a confiar en quienes le rodeaban, pues entendió a tiempo que de otra manera habría sido imposible esa fantástica cita anual que millones de beneficiarios ansiaban, pero eso sí, tenía claro que no podía perder ese sello de identidad que le hacía único, y eso le exigía estar pendiente.

En esta reunión, entre otros puntos de la agenda, había que distribuir los países en los que el 25 de diciembre se entregarían los encargos. Algunos estaban decididos, pero otros tenían que ser asignados, y él alentó que los candidatos hablaran y se pusieran de acuerdo. Tras más de una hora de discusión, seguían sin estarlo.

--- A mí me viene mal Paraguay, porque tengo una prima en Nueva Zelanda que quiere que vaya a visitarla…

--- Ya, pero es que yo ya estuve en Paraguay el año pasado, y nunca he visitado Nueva Zelanda… Y además soy más antiguo que tú…

--- A Nueva Zelanda quiero ir yo este año. Como todo empieza más pronto, puedo acabar antes y salir con mis perros a pasear por el Polo…

--- Lo siento, pero a ti te toca España y Portugal que ya te has librado diez años seguidos, y allí siempre hay mucho trabajo…

--- Yo a España no voy, y a México tampoco… Iría a Paraguay, pero este año me viene mal…

Quedó horrorizado. Predominaba la comodidad individual sobre la generosidad que ineludiblemente debe fluir para que los equipos de alto rendimiento funcionen y cumplan sus objetivos. ¿Dónde estaba ese espíritu de equipo que consideraba imprescindible? Durante cientos de años, duendes, renos, humanos y otros colaboradores ocasionales, habían formado un extraordinario equipo capaz de conseguir resultados asombrosos que ni siquiera sus principales competidores, los Reyes Magos de Oriente, muy meritorios pero presentes en muchos menos lugares, habían podido emular. Trabajar en equipo era básico, y para eso, pensaba él, la primera piedra era la generosidad.

--- En las entrevistas que hacemos a quienes quieren entrar en nuestra empresa, todos los candidatos dicen que saben trabajar en equipo y que lo consideran fundamental --- solía explicar en las conferencias que impartía en las mejores universidades de duendes--- pero lo importante es valorar su generosidad: hasta qué punto son capaces de poner en un segundo plano su comodidad para adaptarse con el mejor talante a las necesidades del grupo: si están dispuestos a ceder, a contribuir a que las cosas funcionen en lugar de entorpecerlas pensando en uno mismo... Y ahí es dónde muchos fallan: se quejan, ponen pegas, anteponen lo suyo al interés general...

--- Disculpe, Papá Noel – recordaba que había levantado la mano uno de los asistentes a una conferencia en Western North Pole Iceberg University --- ¿Quiere decir que no hay que pensar en uno mismo, en los intereses individuales?

--- No es eso, querido amigo --- contestó él --- Claro que hay que pensar en uno mismo, y de hecho se debe buscar el beneficio individual, ya sea material, emocional o espiritual, allí donde se esté; pero siempre bien entrelazado con el beneficio colectivo. “Si ayudo al equipo, si contribuyo a sus logros, también me beneficio a mí”. Y para eso es importante comprender lo que el equipo necesita y tener una actitud positiva y generosa para adaptarse a las necesidades del grupo sin esperar nada a cambio, dejando en segundo plano la propia comodidad. Esa generosidad es clave!

Recordando esta anécdota se sintió todavía peor. Él predicaba todo eso y, precisamente en su propio equipo, ¡sucedía lo contrario! Tremendo. “Delegar está bien”, pensó, “pero quizá me he pasado”. “No”, rectificó. “Seguramente no he acentuado y fomentado lo suficiente la unidad del equipo, la interacción positiva de todos y la trascendencia del objetivo común; quizá he descuidado la comunicación con los míos: escucharlos más, transmitirles más, atender sus necesidades individuales; y también es probable que nos hayamos acomodado: como siempre sale bien…”.  

Detuvo la reunión para un cacao-break y lo aprovechó para meditar sobre la estrategia a seguir. La cuestión, ahora, no era lamentarse, quejarse de los demás o de uno mismo, sino centrarse en lo que podía hacer para reconducir la situación. Y cuando pasara todo, tendría que reflexionar y tomar medidas para que no volviera a suceder: empezando por él mismo, por su liderazgo. No era importante quien iba a Paraguay, Nueva Zelanda o España, pues todos estaban perfectamente cualificados y entrenados para hacerlo bien, pero sí era un grave obstáculo esa falta de generosidad, de saber estar en un equipo, de espíritu colectivo, ya que eso podía derivar en limitarse simplemente a cumplir, algo totalmente incompatible con la excelencia que su exigente atención al cliente y sus excepcionales servicios requerían.


Como suele indicar el guión del día de Navidad, amaneció nublado. Un leve rayo de luz entró por la única rendija que se lo permitía y se posó en sus ojos hasta despertarlo. Sorprendentemente, había descansado bien tras una cena copiosa, algunas copas y pocas horas. Y hasta se sintió contento sin ningún motivo. Más tarde, en la comida en casa de su madre, a diferencia de otros años, sus hermanos y cuñados le notaron especialmente simpático. Y llegó la hora de abrir los regalos que yacían junto al árbol.  Un pijama (¡uno más!); una corbata (¡otra más!); un jersey (!!!); y ¡Oh! un sobre cerrado. Expectante, lo abrió; y desplegó un papel con un mensaje que le sobrecogió: “¿Paraguay, Nueva Zelanda o España? ¿Tú que vas a hacer?”.  Recordó algo que había soñado y reflexionó sobre lo secundario que a menudo eclipsa lo fundamental, la falta de generosidad que con frecuencia interfiere en el buen funcionamiento de los equipos y cómo él, a partir de este momento, podría mejorar.

Hohohoho!

¡Feliz Navidad!


Chema Buceta
24-12-2015

Twitter: @chemabuceta


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