domingo, 14 de septiembre de 2014

BLOQUEO MENTAL

                                        Emociones que bloquean y dificultan decidir con acierto


 Las espectaculares etapas de la Vuelta Ciclista a España invitan a reflexionar sobre la trascendencia del cuándo en la toma de decisiones, tanto en el deporte como en otros ámbitos. Normalmente, el ciclista que ataca demasiado pronto guiado por su impulsividad, malgasta su energía y acaba sucumbiendo. El que lo hace demasiado tarde, pierde el tren de la victoria. Como han demostrado las lecciones de Alberto Contador, leer bien las circunstancias que aconsejan la paciencia o el toque de corneta, es la llave que aún no asegurándolo del todo, abre la puerta del éxito. Sucede en cualquier actividad deportiva, empresarial, educativa o de otra índole vinculada al alto rendimiento. En muchos casos, sabemos lo que queremos hacer: el qué; pero no basta: hay que acertar en el cómo y el cuándo hacerlo. ¿Atacar en esta etapa? ¿Cambiar la defensa? ¿Lanzar este producto ¿Motivar a mi equipo? ¿Plantear una iniciativa a mis colegas? Dejemos el cómo para otro momento y centrémonos en el cuándo. ¿Es este el mejor momento?

No es fácil controlar todos los factores que pueden incidir en el cuándo de una decisión compleja; más aún, si existen distintas opciones con sus ventajas e inconvenientes, y ninguna de ellas sobresale sobre las demás. Si hago esto ahora… si hago lo otro más tarde… si espero un poco más… Prácticamente un empate. ¿Moneda al aire, penaltis o prórroga? En ocasiones, la experiencia pasada es buena consejera; otras veces, lo contrario: “como salió bien, vuelvo a hacerlo”. El peligro es que las circunstancias, aunque solo sea levemente, hayan cambiado y no se aprecie, y lo que funcionó antes, fracase ahora. Para que la probabilidad de acertar sea mayor, resulta clave leer y analizar con objetividad las circunstancias presentes que tienen peso. No se hace cuando falta una estrategia previa que contemple las distintas opciones. Tampoco, si no se dispone de información in situ o se carece de la habilidad de leer y actuar en consecuencia. Si Contador quiere acertar, debe tener una estrategia trazada, disponer de información sobre la situación de la carrera y sus propias fuerzas, y ser capaz de leerlo todo para decidir lo que mejor proceda. 

Un enemigo muy poderoso y habitualmente ignorado, son algunas emociones muy intensas que estrechando la atención, dificultan captar la información relevante y propician una mala lectura de las circunstancias que influyen en la decisión. En ese túnel mental es complicado ver lo que resulta obvio desde fuera: contemplar las distintas opciones, valorar los riesgos y decidir con acierto el qué, el cómo y el cuándo. Estas emociones conllevan una sobreactivación que provoca un bloqueo mental; y este paraliza o empuja a la acción a destiempo, ocasionando que las buenas ideas se malgasten por no decidir en el momento oportuno. Conozco a entrenadores, directivos y otras personas con proyectos estupendos que sin embargo los desaprovechan por no controlar bien sus emociones. Una lástima ese bloqueo mental. La idea era genial, pero estaban nerviosos y... ¿Precipitación? ¿Inhibición? 

La sobreactivación que provoca el bloqueo mental puede alimentarse de dos grandes fuentes psicológicas: la motivación y el estrés. En el caso del estrés, tanto su manifestación de ansiedad (nerviosismo, miedo…) como de hostilidad (enfado, agresividad…). Así, el deseo exagerado de una decisión (motivación), el enojo por sentirse maltratado (estrés: hostilidad) o la urgencia por salir de una situación agobiante (estrés: ansiedad) pueden provocar precipitación; mientras que el nerviosismo ante la incertidumbre o el miedo a errar (estrés: ansiedad), fomentan la inhibición. ¿Nos suena el jugador que, deseoso de resolver el partido en los últimos minutos, se precipita al tirar? ¿Y el que por miedo a fallar, desperdicia una oportunidad valiosa?  ¿Conocemos a alguno que por estar picado con un contrario, se la haya jugado irresponsablemente para demostrarle que es mejor? ¿Y al que teme perder el balón y decide quitárselo de encima cuanto antes? ¿Algún entrenador o directivo al que atenazan los nervios y decide tarde… o nunca? ¿Conocemos casos similares fuera del deporte?

En estos días, a raíz de la eliminación de España en el mundial de baloncesto, se ha criticado al seleccionador nacional por diversos motivos. Entre ellos, se ha señalado que el partido contra Francia no se había preparado bien y que en los momentos críticos de ese partido, se quedó bloqueado y no fue capaz de tomar las decisiones apropiadas. Preparar bien el partido implica tener claros los recursos propios para superar al rival, así como anticipar las dificultades que podrían surgir y tener planes listos por si estas se presentan. Suele ser habitual lo primero, y menos lo segundo, sobre todo cuando las expectativas de éxito son muy altas y es más cómodo no pensar en los posibles problemas. Cuando se comete el error de no anticipar lo suficiente las posibles dificultades, si estas aparecen, las emociones adversas y el consiguiente bloqueo mental son bastante probables (España-Holanda en el mundial de fútbol). Sin embargo, a partir de un buen trabajo de anticipación es más fácil reconocer las situaciones críticas que aconsejan tomar o no una decisión en un determinado momento. “Los tiros exteriores no entran y es difícil pasar balones dentro; estamos en el minuto ocho del tercer cuarto y el marcador es…”. ¿Es el momento de tomar una decisión previamente pensada, o todavía no?

La mayoría (por no decir todos) de los que somos o hemos sido entrenadores, alguna vez (seguramente, más de una) hemos sufrido en el banquillo un bloqueo mental. Ese partido en el que las cosas no salían como habíamos pensado, o que comenzó con viento a favor y este cambió, incluso con ventajas amplias en el marcador que se fueron esfumando, con los jugadores espesos, erráticos, desorientados… más aún siendo favoritos, con la obligación de ganar. La ansiedad acechaba, la atención se estrechaba, y en ese túnel mental la información que aportaban nuestros ayudantes (si la había) nos resultaba incómoda, al igual que cualquier esfuerzo para pensar. La proximidad del toro eclipsaba lo que desde la barrera habríamos visto con claridad. En un primer momento es posible que nos precipitásemos dando palos de ciego que no solucionaron nada, hasta que nos quedamos paralizados, sin reaccionar. Seguimos el partido (es decir, fuimos detrás de lo que sucedía) como si fuéramos espectadores nerviosos, quizá gritando, animando y hablando sin decir nada, pero sin dirigir con un rumbo, salvo en lo más obvio; esperando que algún jugador tuviera un golpe de inspiración que sacara de la tormenta al equipo. Solemos dedicar miles de horas al pick and roll o las múltiples variantes en defensa. ¿Cuánto a controlar las emociones propias que nos bloquean?

Para prevenir o aliviar el bloqueo mental, además de anticipar las posibles dificultades, son necesarias habilidades específicas para combatir la sobreactivación que influye en nuestro comportamiento: tanto en el qué, el cómo y el cuándo de las decisiones, como en la precisión de la ejecución. 2 canastas de 22 lanzamientos de tres en el fatídico partido contra Francia, así lo demuestran. Puede que algunos fallos respondan a malas decisiones, pero otros encuentran su explicación más probable en la sobreactivación provocada, en un principio, por el deseo incontrolado de superar un marcador adverso; después, por el temor a perder un partido que se esperaba ganar con claridad y sin embargo se escapaba. Lo más grave de todo esto, derrota aparte, es que al igual que en la selección de fútbol, el Madrid de baloncesto en la final four  y el play-off y tantos y tantos ejemplos, lo más probable es que el problema no se ataque directamente para ponerle remedio. Se pasará la página. Punto. Y cuando se abra una nueva, habrá buenos propósitos, una organización potente e infinidad de ayudantes para analizar videos y fomentar el buen rollo, pero en el momento de la verdad, todo eso servirá de poco cuando, como esta vez, las emociones adversas tomen el timón.  


 Chema Buceta
14-9-2014

@chemabuceta

www.psicologiadelcoaching.es

2 comentarios:

  1. - De nuevo felicitaciones por la entrada y la oportunidad de vincular contenido y situaciones o vivencias recientes.
    - Entiendo que la toma de decisiones se ve sometida a la influencia de estos factores de estado o situación y también a otros de rasgo o de personalidad. ¿Se ha hecho o conoce algún estudio que correlacione rasgos caracteriales y tendencia a la decisión menos adaptada a la situación? ¿Qué resultados arroja?
    - Lo expuesto en la entrada me recuerda a lo que se denomina capacidad de mentalización y su deficiencias en personas impulsivas.
    Gracias. pablo

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  2. El patrón "impusividad-reflexividad" en parte puede explicar la mayor tendencia a decidir en un sentido u otro, sobre todo en situaciones de estrés. Así se demostró en la tesis doctoral de la Dra. Milagros Ezquerro con jugadores de tenis. Sin necesidad de medir este patrón, cada persona puede autoobservarse para conocer su tendencia a la precipitación o la inhibición en situaciones críticas.

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