domingo, 3 de marzo de 2013

¡NO PODEMOS FALLAR!


 En la Champions de 2012, Chelsea y Bayern eliminaron al Barcelona y el Real Madrid jugando el segundo partido con la ¿desventaja? de ser visitantes. 




En deportes como el fútbol, el baloncesto y otros similares, se asume que jugar en casa aporta una ventaja. Forma parte de la tradición, la sabiduría popular que asumen protagonistas y seguidores. En competiciones como la Champions, se le da esa “ventaja” al equipo con mejor clasificación en la fase previa. Y lo mismo ocurre en los play-off en baloncesto. Sin embargo, cada vez son más los datos que no corroboran esta creencia tan extendida. Como muestra, en las dos semifinales de la Champions de la temporada pasada, vencieron los equipos que tenían la “desventaja” de jugar el segundo partido como visitantes; igual que este año en las dos semifinales de la Copa del Rey; o también el año anterior, cuando el Madrid de baloncesto, por primera vez en mucho tiempo, venció al Barcelona en la final de la Copa ¡jugando en Barcelona! ¿Y quién no se acuerda de la victoria del Deportivo en el Bernabeu en la final de Copa de 2003? No son hechos aislados. Podemos encontrar otros muchos ejemplos, cada vez más frecuentes, indicando que la ventaja del factor campo, aún siendo cierta en muchos casos, como “verdad absoluta” no puede sostenerse. 

¿Por qué puede ser una ventaja jugar en casa?  Existen varias posibles razones que aislada o conjuntamente podrían explicarlo. Entre ellas, que el equipo local está familiarizado con su campo, las condiciones climatológicas y otros factores ambientales. Los inconvenientes de de los viajes. Y ¿cómo no?, los arbitrajes, tradicionalmente de tendencia casera. En alguna medida, estas circunstancias continúan vigentes en competiciones secundarias, pero no tanto en las principales. En éstas, las condiciones de los campos de juego se han homogeneizado, los deportistas viajan cómodamente y los árbitros, más profesionales, están mejor preparados para ser ecuánimes. Lo que sigue pesando más es el apoyo del público que anima a los suyos y recrimina a los contrarios, y por supuesto, la propia creencia, muy enraizada, de que jugar en casa es una ventaja y fuera un hándicap. Es algo psicológico: una cultura heredada que influye en la mentalidad y las emociones de entrenadores, jugadores y aficionados. “Ganar siempre en casa y arañar puntos fuera” "Conseguir un buen resultado fuera y resolver la eliminatoria en casa"

En algunos partidos, la creencia en la ventaja de jugar en casa y el apoyo del público, producen un efecto motivador que beneficia el rendimiento del equipo local. Y paralelamente, sucede lo opuesto con el visitante, que partiendo de la creencia de una desventaja, se amilana ante una audiencia contraria y su rendimiento baja: incluso abandona la lucha con cierta facilidad cuando se ve superado, algo que no haría en su casa. En algunos estudios se ha observado que el menor rendimiento del equipo visitante explica mejor los efectos más habituales del factor campo que el mayor rendimiento del equipo local. ¿Salen derrotados? No. Pero si las cosas se ponen feas su esfuerzo físico y mental no son los mismos que jugando ante su público. Evidentemente, hay casos y casos; pero es una tendencia que se observa con cierta frecuencia.

Por otro lado, cuando se trata de un partido aparentemente fácil para los locales, jugar en casa puede provocar un exceso de confianza y de relajación que, probablemente, no se produciría en campo ajeno. Es como si se pensase que jugando como local contra un rival inferior, se ganará  seguro. Partiendo de esta creencia, muchas veces no consciente pero que está ahí, se asume que con un mínimo esfuerzo el guión se cumplirá. Y en ocasiones así ocurre debido a la superioridad del local o el acobardamiento del visitante; pero cuando éste, sin nada que perder, da la cara, las cosas se pueden complicar. Son los llamados “partidos trampa”. Se comienza bastante relajado, y después, cuando los hechos no responden al guión, aparece un exceso de ansiedad que provoca precipitación o agarrotamiento. ¿Cómo vamos a fallar? ¡No podemos!

¿Y qué sucede en los partidos de mayor trascendencia? ¿Esos que no permiten rectificar? Es en éstos donde se encuentran más ejemplos en los que el factor campo, más que ayudar, puede volverse en contra por un exceso de deseo, responsabilidad y presión. ¡No podemos fallar! Los medios de comunicación y la euforia del público exacerban la expectativa tan arraigada de que jugando en casa hay que ganar, y la motivación inicial deriva en una activación excesiva que perjudica el rendimiento: la precipitación, el exceso de agresividad, el riesgo suicida, querer resolverlo pronto o de manera individual, y los errores en la precisión, son algunos de los principales síntomas. Frente a eso, la paciencia, el autocontrol, las decisiones más acertadas y una mayor precisión de un equipo visitante que, al ser un partido clave, no sale amedrentado y actúa sin tanta presión; incluso en muchos casos, el entorno hostil les une más que nunca, y esa cohesión especial también suma.

Es interesante observar cómo en este tipo de partidos clave, en bastantes ocasiones, el estrés (la presión) acapara al equipo de casa y la motivación al de fuera. Para el primero se trata de una obligación que debe cumplir sí o sí; para el segundo, un reto estimulante en el que tiene mucho que ganar. Cuando escribo esto me entero de que el Caja Laboral, segundo en la liga de baloncesto, ha ganado hoy como visitante al Barcelona, que está detrás. Hace tres semanas jugaron en Vitoria en la semifinal de la Copa del Rey. Los locales, con mejor trayectoria esta temporada, estaban en su campo. Un partido de enorme trascendencia ante un público entregado que esperaba un resultado satisfactorio y no dejó de animar. Entonces, perdieron. Su rendimiento en la segunda parte fue muy deficiente. ¿Efecto de un exceso de deseo, responsabilidad y presión? Muy probablemente. ¡No podemos fallar!

El máximo rendimiento en cualquier área (laboral, personal, social) es más probable cuando las personas nos encontramos en nuestro nivel de activación óptimo: ni menos ni más activados de lo que necesitamos para, en función de la tarea a realizar, conseguir el mejor funcionamiento físico y mental. A algunos deportistas, ya sea por un exceso de motivación o de estrés, jugar en casa les provoca una sobreactivación que al estar por encima de su nivel óptimo, perjudica su rendimiento. También ocurre a nivel colectivo, sobre todo en los partidos de mayor trascendencia. Y lo mismo puede suceder en otros contextos: no por el hecho específico de jugar en casa, claro, pero sí por partir de creencias arraigadas que, como la ventaja del factor campo, influyen en las expectativas previas y generan un exceso de estrés. ¡No podemos fallar! Pensemos, por ejemplo, en el varón que, con todo a favor, sí o sí tiene que rendir en la cama; o en el abogado que en un juicio con viento favorable, asume que no tiene más remedio que ganar. 

Todo esto, nos lleva a la importancia de identificar y en lo posible contrarrestar las creencias rígidas arraigadas que determinan nuestras expectativas, afectan nuestras emociones e interfieren en nuestro rendimiento. Muchas veces, no es fácil; pero supone un paso trascendente para prevenir o paliar situaciones como las señaladas. De nuevo, lo psicológico tienen un peso relevante. ¿Lo ignoramos y dejamos que el azar siga a los mandos? ¿O lo afrontamos con el debido rigor y, en la medida posible, lo controlamos?

Chema Buceta
 3-3-2013
twitter: @chemabuceta
Facebook: José María Buceta




2 comentarios:

  1. En la Copa del Rey de Baloncesto, solo dos equipos, CAI Zaragoza en el 83 y Tau Vitoria en el 2002, han salido triunfadores de las respectivas ediciones disputadas en sus ciudades. El resto, pocas veces, incluso han llegado a las finales.

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